Divorcio en Buda

Análisis de la novela: Yolanda de Varela

APAP, 2022

Lo que se construía de día, de noche se derrumbaba.

 Balada popular transilvana

“Septiembre se anunciaba con un calor sofocante. En una de esas tardes de otoño en que se debaten los últimos días calurosos del verano, el joven juez Kristóf Kömives estudiaba en su despacho los autos de algunos procesos de divorcio.”

Así inicia la novela de Sándor Márais, escritor Húngaro cuyo trabajo fue redescubierto en en una oficina en Paris. Roberto Calasso, quien se encargaría de publicar los volúmenes a través de la editora Adelphi, describe al autor como un hombre enfermo y cansado que se suicidó poco antes del descubrimiento de Calasso. El último encuentro, novela ya analizada en este foro, se convirtió rápidamente en un éxito, y en España se han vendido más de 200,000 ejemplares.

Como observarán, ya desde el primer párrafo se nos anuncia cuál es el protagonista de fondo en esta narrativa, y no es otro que el proceso de divorcio. Kristof Kómives, joven juez encargado de los procesos de divorcio, es descendiente de ilustres jueces hacia quienes lo une un mandato transgeneracional de rectitud y honestidad.

En su despacho, sobre su escritorio, se encuentra el archivo con los datos de uno de los matrimonios que deberá disolver al día siguiente. Los conoce, estudió en la escuela con el Dr. Imre Greiner. A la esposa también la conoció. Sus caminos se habían cruzado en contadas ocasiones y Kristof había sentido una fuerte atracción hacia ella. La joven, quien en ese entonces estaba en edad de casarse, asistía a fiestas y reuniones en las cuales alguna vez coincidían. Después de un encuentro en el que conversaron mucho y se acercaron un poco más, Kristof tuvo que hacer, al día siguiente, un viaje de tres semanas a un balneario donde conoció a Hertha Weismeyer y con la cual se casó el año siguiente.

Márais nos hace acompañar a Kristof al momento de abandonar su despacho y caminar junto a él hasta su próximo destino, la casa de unos amigos. Lentamente, tiempo y espacio dejan de marcarse como exactos a través de las cavilaciones de Kristof, quien nos transporta del presente hasta ocho años en el pasado, antes de la Primera Guerra Mundial, hasta el Imperio Astro-Húngaro, visitando también las generaciones que lo antecedieron. El presente de la novela inicia un poco antes de las 7 de la noche.

Los pensamientos de Kristof van tomando un tono emocional que me recuerda un término, ya en desuso, “spleen” y que se refiere al estado anímico de una persona que se caracteriza por un indicio o señal de tristeza, aflicción, pesadumbre o desconsuelo, de una manera profunda y sosegada, y con una actitud de tedio a la vida. Un estado melancólico, nos define el diccionario. Y es que Márais nos presenta a un Kristof quien atraviesa una “crisis existencial”.

Yo me percato también que este es un proceso que parece haber desaparecido entre los jóvenes de nuestra época, quizás porque los medios de comunicación les ofrecen tantos patrones de cómo ser que no hay oportunidad para mirar hacia adentro.

Desde su despacho Kristof puede observar el patio de la cárcel junto a la cual se encuentran las oficinas de la rama judicial del gobierno. Día tras día se toma el trabajo de observar la rutina de los presos, lo cual le evoca algo triste y desesperanzador. Percibe que algo falta, pero no quiere ver qué es. Siente hastío por las veladas sociales, las cuales considera una carga inútil que se le impone como parte necesaria de su profesión.

Márais va describiendo un hombre totalmente divorciado de la espontaneidad y deseos, los cuales rechaza. Desde la altura de Buda mira con desprecio Pest, en donde se abren nuevas costumbres, edificios, negocios y diversiones. Su mundo en Buda aún reclama un pasado:

“Kristóf Kömives había nacido en la frontera entre dos mundos. A veces llegaba a pensar que era la monstruosa criatura de un momento histórico doloroso, el cambio de siglo.”

            A través del personaje se describe un mundo socio-cultural producto de un divorcio, la pérdida de ciudades y territorios después de la Primera Guerra Mundial. Un matrimonio entre ciudades, Óbuda, Pest y Buda, en el año 1873, cuyo recuerdo impregna aún las columnas, puentes y calles de Buda. El majestuoso Danubio, desafiante de las leyes que dictan la unión, mantiene un divorcio geográfico entre Buda y Pest. Un divorcio irreconciliable en la mente de Kristof quien se rebela contra el modernismo.

            Hay un malestar creciente en él, sin entender que se refiere a algo que reprime, ya que es inconsciente, pero que empuja por salir provocándole una ansiedad que no puede comprender. Hasta su cuerpo ya protesta por la vida y por sus actitudes rígidas. En los últimos años siente mareos que lo llevan peligrosamente hacia un desmayo.

Se siente humillado y avergonzado del nerviosismo que acompaña la sensación de que algo va a suceder, algo indigno que puede revelar cualquier cosa.

            Freud utiliza el concepto de represión para explicar el mecanismo mediante el cual el Yo busca eliminar anhelos, ideas, imágenes, pensamientos y recuerdos displacenteros o no aceptados. Su función es impedir que se vuelvan conscientes. Kristof parece haber reprimido algo que desde el inconsciente empuja por salir y ser reconocido.

            La descripción que hace Márais de Kristof se parece a la descripción que hace el psicoanalista Christopher Bollas sobre un tipo de personalidad que llama normótica. Estossujetos no reconocen el juego interno de afectos e ideas que son la base para la imaginación, para las relaciones interpersonales y para la creatividad necesaria en nuestras profesiones. No son capaces de reconocerlos en ellos mismos ni en los demás. Bollas continúa su descripción señalando que la persona normótica es anormalmente normal. Es muy estable, segura, cómoda; no tiene ningún interés en otra cosa que no sean datos, leyes, cosas existentes en su realidad material.

Kristof no se permite el alivio de un deseo cumplido, ni de una fantasía.

“En los últimos tiempos había llegado a pensar que el deseo y el temor se confundían en un mismo sentimiento.”

            Algo interno parecía estar cediendo en Kristof y asemejaba estar siempre en pugna consigo mismo tratando de manejar sus propias incongruencias. Era un juez de divorcios; sin embargo, tenía formas de pensar muy rígidas respecto al matrimonio.

“Para él la institución del matrimonio no era ni perfecta ni imperfecta, era una forma moral que confería un marco divino a la convivencia de dos seres de distinto sexo, a la coexistencia de la familia.”

“Los divorcios son errores tristes y a veces nefastos que conducen a los últimos compases de una tragedia humana que empezó por la eterna escena del balcón y termina ante el juez. Su trabajo no pasaba de comprobar que dos personas ya no se soportaban.”

            La referencia al drama Shakespereano de Romeo y Julieta señalan el tema del divorcio, en este caso a través de la muerte. El padre de Kristof fue abandonado por la madre de éste, sin que jamás el hijo recibiera una explicación de lo acontecido.

Había recibido una interpretación del sacerdote Norbert, hacia quien sentía un gran afecto, y quien lo conocía mejor de lo que Kristof se conocía a sí mismo. Le había dicho que el hecho de ser huérfano de madre le había causado una herida profunda, casi una mutilación.

            Pero los recursos con los que contaba Kristof para ser diferente y más espontáneo eran pocos. Su padre llevaba una vida austera, los regalos que se compraban eran piezas de ropa o cosas necesarias, nunca pensando en el placer que un regalo puede evocar en un niño. Tarde en la vida se dio cuenta de que su padre se refugiaba tras un muro de ruinas, de una catástrofe la cual Kristof nunca comprendió. En un momento pensó que la causa del abandono de la madre pudo deberse a una infidelidad, pero sólo pensar en la palabra le provocaba revulsión. La actitud del padre, cargada de orgullo y soberbia, fue interpretada por Kristof como un signo de hombría.

            En la medida que avanza la narración de la novela vamos siguiendo a un Kristof planteándose preguntas en las cuales nunca antes había pensado. Hace un recorrido mental sobre las personas mas cercanas a él y se da cuenta que en realidad no conoce nada de elllos. Su apacible vida, protegida por una rutina que hace todo predecible, no ha dejado ningún espacio libre para comprenderse a sí mismo. Pareciera que Kristof existe, pero no vive. Sólo a través de la espontaneidad de Hertha podia aflojar un tanto su rigidez. A veces esta lo llamaba por su nombre y apellido para que se percatara de la rigidez que evidenciaba en algún momento. Ellos  como pareja

“Aceptaban sus cuerpos sin pasiones, pero se hablaban con pasión y curiosidad crecientes, con impaciencia. La valentía que ella demostraba en su manera de pensar, de expresarse, de acercarse a cualquier problema del mundo visible o invisible emocionaba profundamente a Kristóf. Su espíritu inquieto no quedaba satisfecho con explicaciones conformistas ni con frases hechas. Quería saberlo absolutamente todo, hasta el último detalle, quería conocer la intimidad más profunda del compañero elegido, iluminar hasta en el rincón más recóndito de su alma, allí donde «no es correcto» arrojar luz, donde ni él mismo se había atrevido a entrar, donde le asustaba mirar.”

A Kristof lo tranquilizaba el ambiente conocido, las casas con una arquitectura parecida, con el mismo estilo de muebles. Así, de esta forma se acomodó a la vida profesional como si llegara al hogar, reflejando la fuerza de la transmisión generacional.  Se dejaba envolver por el conocido olor de su despacho como si este fuera una segunda piel. La profesión se lo tragó de forma tal que la convirtió en su identidad sin darse cuenta de cómo se perdía a si mismo.

Son las 10 de la noche y la pareja abandona la casa de los amigos. En el camino Hertra le informa que los niños y el perro han estado inquietos todo el dia, como si percibieran que algo iba a pasar.

Al entrar en casa reciben la noticia de qué hay un hombre esperando a Kristof. Resulta ser el Dr. Imre, con un aspecto desencajado que llama la atención de Kristof. El invitado le anuncia que no podrá llegar a la audiencia de las 12 del dia siguiente porque ha matado a Anna.

Nuevamente el tiempo y el espacio se intercalan de forma tal que se pierde un poco su sentido real. Junto al doctor hacen un recorrido por los pasados 8 años, permitiéndole a Kristof ver dentro del hombre que tiene frente a sí.

Imre confiesa que Anna se envenenó y que él no hizo nada por salvarla. Sostiene que no es la naturaleza la que mata, somos nosotros mismos los que matamos a los demás y a nosotros mismos.

Imre entonces hace una pregunta que deja consternado a Kristof. ¿durante los últimos ocho años nunca has soñado con Anna?

Imre le confiesa del amor obsesivo que sentía por Anna…

“no me basta con las atenciones cálidas y tiernas de una mujer llamada Anna Fazekas; quiero poseer todos sus recuerdos, hasta los que el tiempo ha borrado; quiero conocer todos sus pensamientos, los secretos de su infancia, el contenido de sus primeros deseos; quiero conocer a fondo su cuerpo y su alma, la composición de sus tejidos, de sus nervios.”

            Imre es el opuesto de Kristof, es apasionado respecto a todo lo que concierne a Anna. Un día, después de cuatro años de matrimonio, se da cuenta de que hay una parte de Anna a la cual no tiene acceso, y descubre que tiene una compañera frígida.

“Y un día, ocurre. ¿El qué? El encuentro del que antes hablaba, el encuentro consigo misma.

Es un sentimiento de soledad infinita, inconmensurable. En ese espacio vacío no hay nadie a quien pedir ayuda. Hay que soportarlo.”

            El doctor parece percatarse de que Kristof quizás no entienda la intensidad de las emociones que despertó su relación con Anna. Interrumpe su discurso y le dice:

“Tú no sabes de lo que hablo: eres un hombre sano, no tienes emociones ni pasiones reprimidas. Lo ha dicho con ligereza, sin concederle importancia, pero el juez se ha puesto pálido. Su frente se ha llenado de un sudor frío. Saca su pañuelo con disimulo para secarse.”

Kristof escucha con curiosidad el relato de Imre. Aún no entendía cual era su participación en los acontecimientos narrados por Imre. El doctor aclara y en un aumento de tensión en la narrativa, lo escucha decir:

“Ella creía, y así me lo aseguró anoche, que también tú debías de haber oído esa orden. Es imposible no oírla porque es más fuerte que un trueno. Nadie está tan sordo como para pasar de largo, mostrándose insensible a ella mientras resuena en sus oídos. Los encuentros así se producen una vez en la vida.”

“En los momentos en que cree estar conmigo, eres tú el que se inclina sobre ella.”

“Lo ves? Tú eres el único que puede hacer un diagnóstico de esto. Es posible que sea una locura, una manía, la obsesión de una mujer histérica. Sin embargo, si encuentro en ti la otra mitad del sueño…, entonces ya no es una locura. Entonces se transforma en una realidad.”

“No puedo irme de aquí hasta que me des una respuesta. ¿Has soñado con Anna durante estos últimos años?”

            Es un momento clave en la vida de Kristof. Por primera vez tiene que enfrentar el retorno de lo reprimido, aquello que no quiso saber, en lo que no quiso pensar

“—Sí —dice con voz ronca. —¿Varias veces? —pregunta el otro. —Varias veces.”

“¿Ha ocurrido, durante estos diez años y tres meses, que alguna vez, mientras mantenías relaciones con alguien…, me refiero a relaciones físicas…, hayas visto con claridad el rostro de Anna? Kristóf Kömives se levanta, rodea el escritorio, se acerca a la ventana y se detiene. Contesta mirando a la calle. —No quiero responder a esa pregunta. —Gracias, con eso es suficiente —concluye el otro con cortesía—. No tengo más preguntas que hacerte.”

            Son las seis y cuarto de la mañana. Kristof

“Se siente como después de un largo viaje, cansado pero excitado, como si durante la noche hubiese atravesado paisajes inhóspitos y ahora se alegrara de volver a encontrar las cosas conocidas, la casa familiar, que aparece bajo las primeras luces de la mañana.”

“Percibe en su cuerpo un cansancio extraño, despierto, atento; la tensión se suaviza, todo su ser se relaja, se siente a salvo después de haber pasado un peligro desconocido, el peligro de un viaje por lugares ignotos. Ahora vivirá más en casa y, posiblemente, no se alejará en mucho tiempo del entorno conocido.”

“Despierta, Kristóf Kömives! ¡Despierta y mantente fuerte! Tu tiempo es el día. ¡Mantente humilde y fuerte! ¡Continúa siendo fiel y severo! El mundo es una materia plástica, ¡sigue moldeándola!”

“La noche ha acabado, comienza el día.”

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